Trauma infantil y drogadicción

Daños a nivel neurobiológico

Nuestro regula el estrés mayormente mediante el eje hipotálamo-hipofisiario-adrenal (HHA), que funciona secretando determinadas hormonas, como la adrenalina o los glucocorticoides cuando aparece un elemento estresante, a fin de preparar nuestro cuerpo para las reacciones de ataque o huida.

Esta hiperexcitación de nuestro organismo hace aumente nuestra presión arterial, así como nuestro ritmo cardíaco acelerado y genera una reacción emocional de alarma. Se trata de una respuesta automática natural y un mecanismo de defensa común a todos los seres humanos, pero, en el caso de los episodios traumáticos, mucho más si son reiterativos, este eje HHA de repuesta al estrés se activa de forma crónica, con la consecuente hiperexcitación e hiperactivación hormonal generando un estado de ansiedad, alerta e hipervigilancia crónicos.

Con estos antecedentes, no es de extrañar que aquellas personas que han padecido traumas durante su niñez, traten de encontrar en las drogas de abuso un alivio a su ansiedad e hiperexcitación crónicas.

Es por este motivo que, aquellas personas con antecedentes infantiles traumáticos poseen una mayor vulnerabilidad frente a la adicción, encontrando en ella un medio de suprimir la hiperexcitación de su sistema hormonal alterado, su ansiedad permanente e intentar controlar de alguna forma los pensamientos intrusivos.

Muchas de las drogas son depresoras del Sistema Nervioso Central: alcohol, los opiáceos, las benzodiazepinas, el cannabis, pero no solamente las substancias, también las adicciones comportamentales, como la adicción a la comida, al sexo o al juego, esconden ese desesperado intento de olvido a través de la compulsión adictiva.

Evidentemente, esta no es la solución al problema, al contrario, supone la entrada en una espiral de autodestrucción también tremendamente dolorosa, pues a la larga,

empeora todavía más las consecuencias del trastorno traumático.

La adicción se convierte en un medio para conseguir consuelo de forma temporal, haciendo cada vez más complicado detener el mecanismo adictivo, con las consecuentes consecuencias negativas a largo plazo.

Sea como sea, el trauma, el abuso y la violencia intrafamiliar, son especialmente dañinos en los niños e incrementan la posibilidad de desarrollar cualquier tipo de adicción durante la edad adulta, al igual que aquellos casos en los que, los niños o niñas, crecen al lado de un progenitor que abusa del alcohol o de las drogas.

Por esta razón, el tratamiento del trauma y el tratamiento de la adicción deben llevarse a cabo conjuntamente, con una terapia integral que vaya al foco de la problemática.

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