Entrevista a un Ex-paciente

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    • El primer paso es pedir ayuda
    • Se puede salir del consumo
    • Somos especialistas en el tratamiento de adicciones
    • Nuestro método es efectivo y te acompañaremos en cada paso de tu tratamiento
    • Después del tratamiento, podrás hacer un seguimiento con nosotros o con uno de nuestros programas en tu ciudad de origen
    • Somos tu casa lejos de casa

    Sabemos que confiar en una clínica para tratar una enfermedad de adicción no es nada fácil. Por ello, queremos que nos conozcas de la mano de uno de nuestros ex pacientes. Alguien que, con su fuerza de voluntad y nuestro trabajo junto a él, ha podido encontrar una salida al consumo de drogas.

    ¿Cómo era tu vida antes de iniciarte en el consumo?

    Me han diagnosticado de todo menos esquizofrenia a lo largo de los años, desde los 14 hasta los 28, aunque la primera vez que me pautaron medicación fue a los 18. Desde trastorno obsesivo-compulsivo hasta déficit de atención e hiperactividad, pasando por mis fieles acompañantes: la ansiedad y la depresión. He pasado por unos 14 psiquiatras, he sido un auténtico conejillo de indias para ellos. Creo que solo me faltan algunos antipsicóticos y muy pocos antidepresivos para completar el vademécum de todas las pastillas que existen para tratar enfermedades psiquiátricas.

    Recuerdo que iba con mi madre de camino al siguiente psiquiatra, “éste es el bueno”, pensábamos siempre antes de cruzar la puerta. Solo dos de ellos, precisamente los dos últimos que me vieron (en el peor estado que he estado jamás) se aproximaron a la base de todos mis problemas, la adicción, o mejor dicho, la enfermedad de la adicción. Fue un adicto que actualmente es terapeuta recuperado el que me diagnosticó con acierto, por fin, y no un médico.

    ¿Cómo comienza tu relación con las drogas?

    Supongo que la historia de mi adicción no difiere mucho de la gran mayoría, salvo por mis particularidades, por mi relación con la psiquiatría. Empecé con los porros con 14 y a los 18 los dejé por primera vez: me acabaron provocando ataques de ansiedad y pánico y mi primera depresión. Recordaba que con 12 años fui por primera vez a Urgencias debido a una taquicardia horrorosa que resultó ser el debut de mi gran problema con la ansiedad, que hoy en día asocio al miedo en su esencia más pura. El caso es que con 18 dejé los canutos y me pautaron un antidepresivo (sertralina) y stilnox (zolpidem) para dormir. El primer día que tomé stilnox estaba en la habitación de un hotel con mi hermana viendo Buenafuente. Empecé a ver dos Buenafuentes. Descubrí una nueva droga de la que abusar para escapar de mi mismo, que era lo que siempre pretendía (hoy, por fin, lo he entendido).

    Más tarde, cuando salí de aquella primera depresión y me atreví a ir un paso más allá, experimenté una sensación gloriosa al mezclar el stilnox con alcohol, y como no, empecé a abusar de ello casi todos los fines de semana. A los 21 volví a fumar porros y añadí otra sustancia para seguir haciendo daño a mi cerebro, que de por sí es bastante vulnerable por lo que he ido “aprendiendo” a lo largo de los años.

    Lógicamente, como era de esperar, con 22 volvió la ansiedad con más fuerza que nunca, a través de un síntoma que me dejaba completamente fuera de juego: la despersonalización y la desrealización. Muchos meses de nuevas medicaciones, nuevas probaturas, hasta que me alcanzó otra depresión, más fuerte que la primera. Salí de ella pensando que había sido gracias a un psiquiatra que admiraba mucho en aquel momento, que simplemente me transmitió confianza en que me iba a sacar del pozo. Estuve un tiempo sin consumir Stilnox, lo cambié por Noctamid, del que no era tan propenso a abusar. Me asusté tanto en esta segunda depresión que tardé muchísimo tiempo en volver a jugar con los porros.

    Antes de la depresión, cuando tenía aquella horrible ansiedad, conocí a mi primera novia. Me ayudó muchísimo durante todo el proceso, junto con mi familia y amigos. Uno de mis peores momentos fue cuando me tiré por la ventana para ir a una partida de póker. Mis padres sabían que tenía un problema de ludopatía y cerraron con llave la puerta de la entrada. Por la noche mezclé todo tipo de benzos con alcohol y me vi capaz de aterrizar en el suelo desde una altura de unos 4 metros. Me rompí el pilón tibial, me fracturé la muñeca y tuve un achatamiento en la lumbar 1. La policía me preguntó si lo que había pretendido era suicidarme.

    Después de aquello vinieron 4 largos meses: operación, silla de ruedas, muletas, rehabilitación…pude dejar el póker y las pastillas de dormir. Durante 7 meses. Luego volví a las andadas, aunque como aparentemente mi vida era normal (estudié y trabajé a la vez un tiempo, tenía novia y me desenvolvía con facilidad) no regresé al psiquiatra hasta enero de 2017, pero fue para encadenar hasta siete ya que yo consideraba “que ninguno me sacaba del pozo”. Recuerdo especialmente a una mujer, cuyo nombre no voy a poner por aquí para no cebarme y porque ya iré yo personalmente a su consulta, que me diagnosticó TDAH sin siquiera hacerme un test. Me mandó un medicamento llamado Elvanse, que cuesta unos 100 euros el bote. Me llegó a aconsejar que para no consumir cocaína por la noche me endiñara otro Elvanse, además del de la mañana, que ya me ponía como una moto.

    El estrés normal de la vida diaria me acabó causando de nuevo muchísima ansiedad y otra vez depresión, también más fuerte que la anterior, que se agudizó cuando me dejó mi novia. De esta ya no salí del todo hasta que ingresé en el centro de desintoxicación en agosto de 2018, con mis subidas y bajadas, y añadiendo una sustancia estrella que no había probado y que era lo único que me sacaba de ese estado: la cocaína. Toqué fondo, un fondo emocional tan gordo, tan profundo, una depresión tan potente que no me dejó salir de la cama durante veinte días. Los porros, el alcohol y las benzos me habían reventado la cabeza, pero la resaca de la cocaína me terminó de mandar a la lona. Tuve tiempo de pensar en ello cuando ingresé, pero no fue hasta que cumplí un mes limpio que reflexioné por primera vez que jamás quiero volver a ese boquete, a semejante ruina de vida en la que todo se reducía a engañar, manipular y robar para seguir consumiendo. Hoy, escribiendo esto, llevo 13 meses y veinte días libre de drogas.

    Te ayudamos a poner fin a tus adicciones

    Abandonar el consumo de las drogas es posible

    El programa está avalado por una tasa de reinserción del 70 % de sus pacientes desde su fundación en 2008

    ¿En qué momento decides buscar ayuda profesional?

    El destino de esta enfermedad si continuamos consumiendo son hospitales, psiquiátricos y cárceles, pero conozco a muchos que han pasado por estos lugares y siguen consumiendo. Cada vez estoy más seguro de que el fondo que te lleva al camino de la recuperación es distinto para cada adicto, y está más relacionado con lo emocional que con lo material, es más íntimo y personal que el hecho de acabar en una institución del estado, aunque esto último pueda influir en el proceso de cada cual.

    Yo recuerdo mi fondo a la perfección, y lo pude reflexionar en el centro de desintoxicación cuando llegué, porque yo no estaba rendido y continuaba guardando droga en secreto en casa de mi abuela para el día en que volviese a Madrid. Cuando me explicaron que tenía una enfermedad, algo conectó en mi cerebro para ver mi propio fondo, mi propia locura, encerrado en un coche machacando pastillas de stilnox con cocaína mientras mi hermana gritaba y lloraba al verme. Ya ni si quiera me funcionaba una sustancia sola, tenía que recurrir a varios tóxicos para llegar a un estado de anestesia que me permitiese no sentir.

    Recordé de golpe los dos últimos años de mi vida, la pérdida de un trabajo y de una pareja año y medio atrás, una depresión que no se iba y el descubrimiento de la cocaína para añadir al cóctel ya explosivo de alcohol y benzodiacepinas. 36 horas de “fiesta” y dos días seguidos en la cama, una espiral semana tras semana de la que no pude salir hasta que llegué al centro de tratamiento. A veces basta con pararse a reflexionar unos instantes para ser de verdad consciente de que, efectivamente, ya has tocado fondo.

    ¿Cómo te decidiste por Recovery Centro?

    Mi vida era un auténtico infierno desde enero de 2017, ahí empezó mi calvario y mis dos años de permanente estado depresivo. El detonante de que mi vida se volviese completamente ingobernable fueron la pérdida de un trabajo y el final de una relación.

    Había llegado al punto de tener que dejar mi trabajo como periodista después de quince minutos al teléfono con mi jefa, que me oía sollozar, pero no veía como me tomaba otra pastilla y esnifaba otra raya para anestesiar el profundo dolor que sentía. No podía seguir adelante. Pedí la baja el 2 de julio sin saber qué hacer, con otra cita en un psiquiatra privado, el séptimo durante los dos últimos años de consumo y el decimocuarto desde los 17 años. Pensaba que aún no habían conseguido dar con la pastilla mágica que resolviese mi problema principal: yo mismo.

    Un día, mi padre, cansado de no entenderme y consciente de que ningún psiquiatra había sido capaz de solucionar el problema, me llevó a una fundación de Madrid en la que conocí al primer adicto en recuperación en todos estos meses. Estuvo conmigo alrededor de tres cuartos de hora, llamó a mi padre para que entrara en la salita y le dijo al fin el problema que tenía su hijo: la enfermedad de la adicción, una patología que no tiene cura, pero sí tratamiento. En un principio, iba a comenzar a tratarme en Madrid de forma ambulatoria la semana siguiente, pero ese mismo día seguí consumiendo y al día siguiente nada más levantarme llamé a mi camello para continuar con la locura, así que tanto mis padres como el terapeuta decidieron mandarme a un centro ya que estaba en consumo activo y no podía parar por mi cuenta. No tenía un problema solo con la cocaína, tenía un problema con varias drogas y también con el póker. Jugaba al póker en casa de mi camello en timbas ilegales porque unos meses atrás fui a dar mi DNI para auto prohibirme la entrada a los casinos y a las páginas webs de juego.

    Con esto me gustaría que la gente entendiese que la adicción es una enfermedad independientemente de si tu problema es el alcohol, la cocaína o el juego. La adicción es la misma enfermedad sea cual sea tu droga de preferencia.

    Estas han sido las palabras de un paciente muy preciado para nosotros, alguien que se enfrentó a su enfermedad y la superó. En la actualidad, esta persona es feliz y ha encontrado esa felicidad lejos de las drogas.

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